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PIEL DE CAMALEÓN
NACHO DOCAVO ALBERTI (Camaleón)

Aquel mediodía hacía muy bueno y aunque, por lo general, a esa hora y con el sol de finales de mayo, siempre había mucho trasiego de hombres, trastos y animales, cuando salieron de clase, no se movía ni un alma. A Nico le entraron las prisas:
—Yo me voy corriendo que ya están todos allí —y apretó la zancada hacia la carpa.
Nico tenía quince años y era de madre y padre trapecistas. Formaban los mundialmente conocidos, señoras y señores, Ángeles del Trapecio.
En la pista central, Mister Carl, el director, pasaba el brazo por encima del hombro de un anciano caballero. Nico se colocó detrás del grupo de montadores, y escuchó con atención. A su alrededor, los integrantes de aquel mundo construído para crear fantasía escuchaban en silencio las palabras del jefe.

—... quiero presentaros a un nuevo integrante de nuestra troupe, el único mago que en vez de desaparecer, aparece... Tal y como lo oís: ahora no está. Ahora está. El Gran Naurim. Y sin más, paso la palabra a nuestro nuevo invitado.
Naurim se llevó el micro a la boca. Su voz sonó profunda y rota, pero su acento extranjero y un cierto tono poético la hacían muy atrayente.
Michas grasias.
Las semanas que siguieron al estreno de Naurim estuvieron llenas de emociones y sorpresas. Casi todas las noches, después de la actuación, cenaban juntos en la roulotte y ambos hablaban de experiencias e inquietudes.

Así, Nico se decidió a hacerle una pregunta.
—Naurim, cuando dejes de hacer tus trucos, ¿habrá alguien capaz de hacerlos?
—Eres la única persona qui conozco y tindré que confiar en ti. ¿Estás dispuesto a mantener un secreto?
—Claro —se apresuró a contestar el chico.
—Ahora tindré que darte una pequeña lección de historia. A finales del siglo xiv, il imperio otomano, los antepasados de los turcos, estaba in plena expansión, y los sultanes del imperio gustaban de rodearse de todo aquello que istuviese en relación con la sabiduría.


Uno di aquellos científicos, Al-Tahim, era un estudioso de las propiedades de la luz. De hecho, era discípulo de Al-Hazem, a quien se considera il fundadora de la óptica y autor de los primeros estudios sobre objetos, como la lupa, los micanismos del ojo y por supuesto, los cristales. Al-Tahim también fue el precursor de uno de los objetos más importantes que haya inventado la humanidad: las gafas. Pero Al-Tahim, adimás, tenía una ispecial curiosidad por los camaleones.
Se sabe que lligó a reunir más de tres mil ejemplares, ¿mi sigues?
—Te sigo.

—OK. A la muerte de Al-Tahim, su legado se archivó en la Biblioteca del Sultán, donde cayó en el olvido. Sin embargo, a mediados del siglo xv, un tal general Mansur, tuvo noticias de los estudios de Al-Tahim acirca de la composición de la luz y de cómo ella si comporta sobre la piel de los camaleones. Y tuvo una idea. Tal vez los ópticos de la corte podrían sir capaces de crear un tejido que, gracias a su capacidad de virar de color con la luz, hiciese minos visibles a sus hombres. En una palabra: camuflaje. Mansur se intusiasmó con la idea, nombró a un iquipo de alquimistas y los instaló en un palacio para que trabajasen en ello...

Nico trataba de archivar aquella avalancha de datos mientras seguía escuchando.
—Sin embargo, a la muerte de Mansur, aquel grupo de investigadores cayó en el olvido. Pero no por illo diejaron de trabajar, bien al contrario, aquello lis benefició pues, como ya nadie si acordaba de su existencia, pudieron disfrutar de total libertad para proseguir con sus experimentos con la luz, los colores y los camaleones. Y así, a finales del siglo xv; los cinco últimos supervivientes de un iequipo original formado por treinta personas fundaron la Orden del Camaleón.
—Qué demasiado! —dijo Nico imaginándose todo aquello.

—Generaciones más tarde, en el año 1750, el Gran Jerarca de la Orden, Ratsman, dejó constancia en sus iscritos de que habían logrado fabricare un tejido similar a la piel del camaleón, un tejido capache de atrapar las partículas de luz en cientos de millones de bastoncitos ultriasensibles, procesarlas y transformarlas hasta conseguir los mismos tonos que su entorno. Disde entonces, la persona que si ocupaba de proteger ese objeto fue conocido entre los iniciados como el Portador de la Piel... ¿Ti puedes imaginar ahora el poder de un objeto que te convierte en un ser casi invisible?


Ratsman y sus allegados fueron conscientes de ello y dicidieron que, en vez de hacer público su descubrimiento, lo mantindrían en secreto.
Naurim bebió un trago de agua mirando fijamente a los ojos de Nico, quien sentado enfrente pensaba más allá de lo que estaba escuchando. Y es que una pregunta vital rondaba por su cabeza.
—Y esa piel, ¿todavía existe?
—Claro —contestó Naurim—. Is esta.

Nacho Docavo Alberti nació en Madrid en 1955. Cursó los estudios de Etnografía, tras los cuales se dedicó a recorrer el mundo conviviendo con gentes, comunidades y tribus de África, América y Oriente Próximo, Asia Central y Europa. En 199 recibió el primer reconocimiento por su labor literaria con el cuento Voces Perdidas. Murió por los pelos quedó finalista en 1995 en el premio de narrativa que concede RNE "El Ojo Crítico". En 1996 quedó finalista del Premio Gran Angular por De vuelta a la cueva SM tiene publicados la serie de Camaleón, cuyo protagonista es un niño de quince años que vive con su familia en un circo, es un "pequeño detective" capaz de resolver todo lo que se le ponga por delante: Camaleón#, Camaleón y la góndola dorada, Camaleón y el complot de los Balcanes. La sombra del relámpago.
Revisado por: Alfredo Rodrigálvarez Rebollo