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UN TAZÓN DE SOPA
JORDI SIERRA I FABRA (Las historias perdidas)

Yerusok vivía en el corazón de la Gran Estepa, con la única compañía, desde la muerte de su esposa, de su hijo, Faygal.
Las tierras de la estepa eran míseras, y si un año no había lluvias, apenas si daban para su sustento. Faygal crecía. Su padre le veía crecer comprendiendo que, tarde o temprano, Faygal se iría en busca de mejores oportunidades.
La adolescencia acababa de brotar en él cuando se despidió de su padre y emprendió el camino. Antes de hacerlo, Yerusok le entregó su único tesoro, una simple moneda, la misma que antaño le había dado su padre a él. Sin embargo, Faygal rehuso la moneda que le tendía su padre.
—Quiero partir de cero, y puede que a ti te haga falta algún día —le dijo.

El padre, al oír esto, temió que su hijo no regesara jamás. Pero este le tranquilizó. Le aseguró que regresaría, que un día le vería llegar por el camino de Oriente y sentarse a la mesa para tomar el plato de sopa con el que su padre le recibiría. Dicho esto, los dos se abrazaron y Faygal partió rumbo a su destino.
Cada día al salir el sol, Yerusok preparaba un tazón de sopa y lo ponía sobre la mesa. Tras ello, atendía el campo y los animales, mirando de tanto en tanto al camino de Oriente con la esperanza de ver aparecer por él a su hijo. De esta forma pasaron cuatro lustros.

Un día apareció alguien en lo alto del camino de Oriente. A Yerusok se le encogió el corazón. El sol le daba en los ojos, así que no podía ver si se trataba de su hijo. Esperó temblando hasta tenerlo delante. Pero no era Faygal, sino un joven desconocido para él. Tan joven que incluso se parecía a Faygal. Le dijo que se llamaba Mayarik, y al ver el tazón de sopa en la mesa le pidió que se lo diera, pues estaba muerto de hambre.
—No, no puedo —respondió Yerusok—. Este tazón y lo único que poseo, una moneda, son para mi hijo, que un día partió en busca de fortuna y ha de volver como prometió. Imagínate que ese día sea hoy...

—Si tu hijo marchó hace mucho y hubiese hecho fortuna, ya habría regresado.
Y en el caso de que no la hubiese hecho, también. ¿Por qué sigues, pues, esperando?
Yerusok se echó a llorar y compasivo, le dio a Mayarik el plato de sopa y algo más: la moneda. Luego le dijo: —Tienes razón. Ahora sé que mi hijo está a punto de regresar. Si lo hace rico, no necesitaremos la moneda. Y si lo hace pobre, no querrá volver a marcharse de aquí y tampoco nos será necesaria. A ti, en cambio, te irá bien para comenzar tu fortuna.


Mayarik se marchó con la moneda y para Yerusok comenzó una nueva espera. Pero el tiempo volvió a transcurrir: pasaron más días, más semanas, más meses y más años. Otros cuatro lustros, para ser exactos. Y ni un solo día dejó Yerusok de preparar su tazón de sopa para el regreso de Faygal.
Hasta que una mañana... regresó. Cuando su padre le vio, los dos se abrazaron llorando y, después, Faygal se sentó a la mesa para tomar su tazón de sopa.

Entonces le dijo a su padre que había hecho fortuna de forma honrada, y que era rico. El padre le preguntó si también era feliz, a lo que Faygal no respondió, pero su mirada se perdió en el horizonte. Un rato después, le dijo a Yerusok:
—Todo en la vida me ha sido fácil, padre. A los pocos días de irme, conocí a la más hermosa de las muchachas. Con ella tuve un hijo varón que colmó mi hogar de felicidad. El trabajo me impidió, sin embargo, disfrutar de ese bien.
Ni siquiera me di cuenta de lo rápido que pasaba el tiempo, hasta que un día mi hijo me dijo que quería seguir mi ejemplo y marchar en pos de fortuna. Le dejé partir y él me aseguró que volvería, pero... no lo hizo. Y mientras pensaba en la promesa de mi hijo, pensaba también en la que te hice a ti y no cumplí.

Por eso he vuelto, padre. Y te pido perdón por mi tardanza.
—Sabía que regresarías —dijo Yerusok.
Yerusok y Faygal hablaron todo el día. Al llegar la noche, el hijo no pudo evitar quedarse dormido. Su padre permaneció junto a él velando su sueño. Y al amanecer, antes de despertarle, sucedió algo. Algo increible.
Abrió la puerta de su casa y allí, ante él, apareció un hombre. Un hombre del que vagamente recordaba Yerusok sus rasgos, pues solo le había visto una vez, veinte años antes: Mayarik.

Lo primero que hizo el recién llegado fue preguntarle si su hijo había regresado. Yerusok le dijo que sí. Mayarik dijo entonces:
—Me alegro por ti, pero lo cierto es que venía a devolverte aquella moneda, y muchas más, por si tu hijo aún no había regresado. Gracias a ella hice fortuna, y te lo debo a ti. Solo siento no poder quedarme. Tengo mucha prisa. Yo también le prometí a mi padre regresar un día.
En ese instante se abrió la puerta de la habitación y Faygal apareció por ella.
Los dos hombres, el hijo de Yerusok y el visitante, se miraron apenas una fracción de segundo. Entonces, Faygal exclamó: —¡Hijo!
—¡Padre! —exclamó Mayarik.
Y en el momento de abrazarse, emocionados, todo se hizo claro, evidente, y miraron también a Yerusok con amor.

Jordi Sierra i Fabra nació en Barcelona el 26 de julio de 1947. Tiene una clara y firme vocación de escritor desde muy joven, pues confiesa que dio sus primeros pasos con tan sólo ocho años de edad. Con doce escribió su primera novela larga, de quinientas páginas. Tuvo sus primeras incursiones profesionales en la música, otra de sus grandes pasiones. Fue uno de los fundadores del programa de la Cadena Ser "El Gran Musical", y en 1970 abandonó los estudios para convertirse en comentarista musical, lo que le permitió viajar por todo el mundo con grupos y artistas del momento para cubrir sus actuaciones y escribir reportajes.
Igualmente fue uno de los miembros fundadores de la revista Super Pop en 1977, dedicada a la música joven. En 1978, y tras nueve años, dimitió del puesto de director de Disco Expres, y fue finalista del Premio Planeta de Novela. Su dedicación a la literatura se incrementó entonces.
En 1981 logró el Premio Gran Angular de literatura juvenil por El cazador, y repitió dos años más tarde con ...En un lugar llamado tierra. Volvió a hacerse con él en 1990 por El último set. A lo largo de su carrera ha obtenido cuantiosos galardones, como el Premio El Barco de Vapor de literatura infantil (2010), el Ateneo de Sevilla en 1979, Premio Edebé de Literatura Infantil (1993) y el de Literatura Juvenil (2006), el Premio A la Orilla del Viento de México (1999) y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2007 y el Premio Cervantes Chico en 2011, entre otros muchos.
Algunos de sus libros han sido adaptados al teatro y al cine, y es uno de los autores más vendidos en nuestro idioma. Entre sus trabajos también encontramos numerosas biografías de artistas internacionales de rock, como John Lennon, Michael Jackson, Bob Dylan, The Beatles o Rolling Stones.
Revisado por: Alfredo Rodrigálvarez Rebollo