1
EL MANTO MÁGICO
FÁBULA

Un zorro hambriento salió al bosque a cazar algo para comer. Llevaba varias horas dando vueltas sin encontrar nada cuando, de pronto, divisó un bulto al lado de un árbol. El zorro pensó que podía tratarse de algo comestible y se acercó corriendo, mientras la boca se le hacía agua. Al llegar al árbol, sintió una gran desilusión.
-¡Bah! Es sólo un manto viejo -dijo con voz triste.
Pero antes de marcharse de allí pensó que tal vez el manto podría servirle para algo. Así que lo cogió y se alejó. Después de un rato, el zorro se cruzó con un lobo que acababa de cazar una gallina.

-Hola, amigo lobo -dijo con una sonrisa falsa el zorro.
-¿Qué tal, amigo zorro? -respondió educadamente el lobo.
El zorro no apartaba los ojos de la suculenta gallina del lobo. El lobo, por su parte, se preguntaba para qué llevaría el zorro aquel manto. Como no podía resistir la curiosidad, le dijo: -¿Es tuyo ese manto?
El zorro, haciéndose el interesante, respondió: -¡Oh, es un secreto!. .. No puedo contarte nada.
Al oír aquello, la curiosidad del lobo se hizo aún mayor.

-Anda, dímelo -suplicó el lobo-. Siempre hemos sido amigos.
-Bueno, verás ... -dijo el zorro en voz baja-, éste es un manto mágico.
-¿Y para qué sirve? -preguntó el lobo.
-Hay que ponérselo y echar a correr durante un rato. Cuando has corrido lo suficiente, piensas un deseo y se cumple en el momento.
El lobo estaba maravillado y decidió en aquel momento que el manto debía ser para él.
-Oye, amigo, ¿y por qué no me lo vendes? -le preguntó al zorro.
-¿Vendértelo? ¡Ni hablar!

-Vamos, vamos ... Te daré lo que me pidas. Además, si quisiera podría quitártelo .. .
-Bueno, bueno. No te pongas así -dijo el zorro-. Pero debes darme diez cestas de huevos, veinte tarros de miel y doce gallinas bien gordas.
Al lobo le pareció demasiado, pero pensó que un manto mágico no tenía precio y aceptó.
-Lo que pasa es que, de momento, sólo puedo darte esta gallina: es lo único que llevo encima -dijo el lobo.
El zorro dejó pasar unos minutos haciendo que se lo pensaba y luego dijo: -Bueno, está bien. Confío en tu palabra.

Después, los dos animales se despidieron y el zorro se marchó a toda prisa en dirección contraria al lobo. El lobo se puso a correr y cuando consideró que ya había corrido bastante, se paró y dijo: -Quiero un corral de gallinas. Pero no apareció nada.
-¡Vaya, tendré que correr un poco más! -dijo el lobo mientras reanudaba su carrera.
Y siguió corriendo otro buen rato. Luego, se paró de nuevo y volvió a pedir su deseo. Pero tampoco esta vez apareció nada.
-Aún no es suficiente ... -dijo .
Y mientras el lobo corría y corría, el zorro se comía tranquilamente la gallina en el otro extremo del bosque.

Una fábula es una creación literaria generalmente breve, escrita tanto en prosa como en verso y protagonizada por animales.
Se trata de un subgénero de la literatura narrativa, cuyo cometido es fundamentalmente educativo: ilustrar mediante situaciones imaginarias las costumbres, vicios o virtudes de los seres humanos. Esto se lleva a cabo con intenciones formativas en la ética, la tradición o la moral, por lo que el destinatario usual de una fábula son los niños.
Dicha enseñanza se encuentra por lo general resumida, al final del relato, en una moraleja o enseñanza.
La fábula es un género sumamente antiguo: se han encontrado tablillas de arcilla provenientes de la era mesopotámica con historias de animales astutos, desagradecidos o prepotentes. Además, fueron cultivadas profusamente durante la era clásica por el griego Esopo, autor de muchas de las fábulas que aún leemos, y por Fedro, y posteriormente por los romanos Horacio y Flavio Alviano.
En la Edad Media la fábula renació de la mano de autores anónimos, y abundaron las traducidas del árabe u otros idiomas. En el Renacimiento volvió a aparecer, de la mano de autores como Jean de La Fontaine.
La palabra fábula procede del latín fabŭla, que tiene el mismo origen que "habla". De allí que el término se relacione con el acto de contar historias, normalmente inventadas, es decir, de ficción.
Entre los fabulistas españoles destacan los ilustrados ( siglo XVIII) Iriarte y Samaniego.
Revisado por: Alfredo Rodrigálvarez Rebollo