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SE LLAMARÁ CRISTOBAL
GIANCARLA DE QUIROGA

Cuando a mamá se le ocurre ordenar mi cuarto, ¡me muero de rabia! Lo revuelve todo y al final la habitación queda como si fuera de una persona limpia y ordenada, de alguien que no soy yo. Ni siquiera respeta el cajón de mi escritorio. Lo malo es que perdí la llave en el jardín.
¡Tendré que buscarla! Mientras tanto, he puesto un chicle para sellar el cajón y he pegado un letrero que dice:
No tocar. ¡Peligro!
Debajo he dibujado una calavera, pero ni así. .. No ha servido de nada. Mamá ha abierto el cajón y lo ha sacado todo.

-¿Para qué guardas tantos disparates? -protesta mamá-. Papeles pegajosos, cajas de chicle vacías, botones, tornillos ... ¡hasta una mosca muerta! ¡Ya es el colmo del desorden!
Quisiera poder explicarle que esos papeles son de los dulces que mi amiga Corina me dio un día al salir de la escuela; que la mosca la cacé al vuelo, ¡qué puntería!, y que el tornillo es de mi primer reloj.
-¿Y este pedazo de queso? ¡Qué espanto! Van a aparecer ratones en tu cuarto, te lo aseguro ... -dice mamá mientras tira el trozo de queso a la basura con un gesto de asco.

Mamá siempre dice lo mismo, pero hasta ahora ... ¡nada! Porque el queso lo pongo en mi cajón precisamente para eso, para que venga un ratón y se quede a vivir en mi cuarto. Ya que no quieren comprarme un perro, al menos tendría un ratón.
-Y estas piedras, ¿para qué sirven? Hojas secas, cerillas quemadas ... ¡todo a la basura! -dice mamá mientras tira todo lo que encuentra.
Yo no me atrevo a protestar, sería inútil, porque ella no entiende que aunque estas cosas no sirvan para nada, a mí me gustan. Ella también tiene en el salón adornos que no sirven para nada y que no puedo ni tocar.

-¿Y este caballito roto? -dice mamá-. Tienes muchos juguetes nuevos, ¿para qué guardas los que ya no sirven?
Yo no digo nada porque ella no lo entiende. Sería difícil explicarle que al caballito lo quiero precisamente porque es cojo y me da pena, y que cuando juego, gana todas las carreras. Mientras mamá sigue protestando y asegurando que a este paso mi cuarto se convertirá en un criadero de ratones, cojo el caballito de la basura ... ¡Ya le he salvado la vida tantas veces!

Y sin que mamá se dé cuenta, voy recuperando casi todos mis tesoros: mis piedras, un imán ... no encuentro mi mosca ... ¡qué pena!
Lleno mis bolsillos y me escapo al jardín. Es preciso que encuentre la llave de mi cajón para que ella no hurgue en mis cosas. Después, voy a la cocina y cojo un pedacito de queso. Pienso con ilusión que cuando por fin aparezca el ratón en mi cuarto, se llamará Cristóbal y podré contarle todas mis penas.

Nació en Roma, Italia, en 1940. De madre italiana y padre boliviano, vivió hasta los diecisiete años en Italia y después se estableció en Cochabamba. Graduada en filosofìa, se ha dedicado a la enseñanza universitaria. En la actualidad, es docente en la Universidad Privada del Valle. Fue colaboradora del matutino "Presencia" (La Paz), de "Nosotras" y de "Economía y Sociedad" (suplementos del diario Opinión). Es autora de Los mundos de Los Deshabitados, un estudio de la novela de Marcelo Quiroga Santa Cruz, publicado en 1980; de la colección de cuentos De angustias e ilusiones; de La Flor de la Candelaria: de Una habitación propia en Saint-Nazaire (1995) editada en francés y español; del estudio La discriminación de la mujer en los textos escolares de lectura (1995), de Cuentos para un amigo con gripe, relatos para niños (Alfaguara 1999) y de Niños, niñas y mascotas (Gente Común, 2007).
Revisado por: Alfredo Rodrigálvarez Rebollo