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TRES HOMBRES SABIOS
ANÓNIMO

Un día, un hombre andaba por el desierto buscando un camello que había perdido. Llevaba ya mucho tiempo caminando cuando se cruzó con tres ancianos que iban en direccíón contraria.
-Alá os proteja, hermanos. ¿No habréis visto mi camello? Lo he perdido.
Los ancianos se quedaron pensativos y uno de ellos preguntó:
-¿Es cojo tu camello?
-Sí. Hace ya tiempo tuvo una herida en la pata y desde entonces no ha dejado de cojear.

-¿Y le falta un diente? -interrogó otro de los sabios.
El dueño del camello perdido respondió:
-Así es: no tiene uno de los dientes.
-Perdona, amigo -dijo el tercero de los ancianos-, ¿tu camello iba cargado de maíz?
-¡Sí, sí! -respondió el hombre con un brillo de esperanza en los ojos-. Precisamente íbamos a vender la mercancía cuando se extravió.
-Pues no lo hemos visto. No sabemos dónde puede estar.

El dueño del camello se quedó muy extrañado con aquella respuesta y les miró con cara de pocos amigos.
«Saben que mi camello es cojo, que le falta un diente y que va cargado de maíz ... ¡Seguro que han sido ellos!», pensó. «Los denunciaré por ladrones.»
Y fue a ver al juez y le contó lo sucedido. El juez consideró que había buenas razones para sospechar de los ancianos y mandó apresarlos.
Días después, mientras regresaba a la aldea, el dueño del camello encontró al animal en el camino. Se fue de nuevo a ver al juez y le pidió que pusiera en libertad a aquellos hombres inocentes. El juez mandó llamar a los ancianos y les preguntó:
-¿Cómo es posible que conocierais tantos detalles sobre el camello sin haberlo visto?

-En el camino vimos sus huellas -explicó el primero de los hombres-. Unas huellas eran más profundas que otras, así que dedujimos que era COJO.
El segundo anciano continuó:
-Los matorrales del camino habían sido mordisqueados, pero quedaban algunas hojas rasgadas, lo que indicaba que al animal que las había comido le faltaba un diente.
-Además, a los lados del camino cientos de hormigas se amontonaban sobre algunos granos de maíz -añadió el tercero de los hombres-. Era fácil suponer que aquélla era la carga del camello. Eso es todo.

Los presentes se quedaron maravillados de la extraordinaria sagacidad de aquellos ancianos. El juez volvió a preguntarles:
-¿Y cómo no lo dijisteis antes para defenderos de la falsa acusación?
Uno de los hombres sabios habló:
-Sabíamos a ciencia cierta que hasta que no apareciera el camello no nos creería nadie.
Era mejor esperar: tarde o temprano el dueño encontraría al animal y nosotros quedaríamos libres.
Entonces el juez, asombrado, felicitó a los ancianos por su sabiduría y dejó que continuaran libremente su camino.

Actualmente no es un secreto que muchos de los cuentos que se recogen en las tradiciones de los diversos países europeos, tienen un origen oriental. Sesudos y prestigiosos investigadores han demostrado con creces este hecho: sin ir más lejos y limitándonos tan sólo a España, la mayoría de las narraciones que se recogen en las más antiguas obras de nuestra literatura, como la recopilación del "Calila e Dimna", (traducida del árabe a instancias de Alfonso X en 1251, aunque de origen persa) o la propia obra del infante don Juan Manuel "El Conde Lucanor" (1335), tienen antecedentes muy claros en los cuentos que en Oriente venían contándose desde muy antiguo y que, traídos a Occidente por los árabes, fueron tomados por los autores de aquí y adaptados de distintas formas. Son todos de tradición oral, es decir, que han sido contados de unas personas a otras a lo largo del tiempo.

Basado en «Los tres hombres perceptivos», Cuentos de Oriente para niños de Occidente.
Revisado por: Alfredo Rodrigálvarez Rebollo