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LA AVENTURA DE RINALDO (Cuentos para jugar)
GIANNI RODARI


Rinaldo se cayó un día de la bicicleta y volvió a casa con un enorme chichón en la frente.
Su tía se asustó muchísimo.
-Rinaldo, mi pequeño, ¿qué te ha pasado?
-Nada malo, tía Rosa. Me he caído de la bicicleta, eso es todo.
-¡Dios mío, qué horror! Pero... dime, ¿por qué has subido a casa la bicicleta?
-¿A casa? ¡Si la he dejado en el portal, como siempre!
-Entonces, ¿de quién es esa bicicleta? Rinaldo se volvió y vio una bicicleta roja apoyada en la pared de la cocina.
-Ésa no es la mía, tía Rosa. Mi bicicleta es verde.

La tía Rosa lanzó un grito: -Mira allí, ¡hay otra bicicleta!
-¡Es verdad! Y es también muy bonita. La tía Rosa se retorcía las manos.
-Pero ¿de dónde salen todas estas bicicletas?
-Es un misterio -dijo Rinaldo-. Si esto continúa, dentro de poco tendremos la casa llena de bicicletas ...
Rinaldo tuvo que taparse las orejas ante un nuevo grito de la tía. El caso es que apenas terminó de pronunciar la palabra bicicletas aparecieron más. Solo en el baño había doce.
-Basta, Rinaldo -suspiró la pobre mujer dejándose caer en una silla-, no puedo más.

-¿Cómo que basta? -respondió Rinaldo-. ¿Qué culpa tengo yo? No soy yo el que las fabricó. Figúrate, ni siquiera sé hacer un triciclo ... -¡Driin! ¡Driin! Y sobre la mesa apareció un precioso triciclo. Entonces la tía se desmayó.
-¡Tía! ¡Tía Rosa! -gritó Rinaldo.
-¿Eh? ¿Qué pasa? -dijo la mujer volviendo en sí-. Rinaldo, por caridad, siéntate aquí y quédate callado. Voy a llamar al profesor De Magistris, él nos dirá qué podemos hacer.
El profesor De Magistris vivía al otro lado del patio. Cuando la tía Rosa tenía algún problema corría a ver al profesor, que siempre estaba dispuesto a prestarle su ayuda.

-Hola, jovencito, ¿qué pasa? -dijo al cabo de un rato el profesor.
-Buenas tardes, profesor. No lo sé muy bien -dijo Rinaldo-. Parece que en esta casa hay ... Pero antes de que pudiera pronunciar la palabra fantasmas, la tía Rosa le puso una mano en la boca.
-Rinaldo se ha caído de la bicicleta y se ha golpeado la cabeza -dijo la tía Rosa-. Y ahora, cada vez que dice una palabra ...
-Mire, profesor -añadió Rinaldo-, yo digo "gato".
¡Miau!, hizo el gato materializándose sobre una silla junto a la estufa.

-¡Hum ...!Ya comprendo -dijo el profesor.
-A mí me parece muy cómodo -dijo Rinaldo-. Si me apetece un helado de pistacho ...
¡Proff! Y ahí estaba el helado listo en una copa de cristal.
-¡Un helado, qué bien! -comentó el profesor-. Pero ¿dónde está la cucharilla?
-«Cucharilla» -dijo Rinaldo en voz alta-. Mejor «otro helado y otra cucharilla >> , así tendremos uno para cada uno. ¿Quieres también un helado, tía?

Pero la tía Rosa no contestó: se había desmayado por segunda vez.
Cuando terminaron de comer el helado, Rinaldo pidió otro. Pero lo hizo tan deprisa que la copa de helado, en vez de posarse suavemente sobre la mesa, le dio en la cabeza, golpeando a Rinaldo en el chichón que se había hecho al caer de la bicicleta. Y el golpe resultó fatal.
A partir de aquel momento fue inútil que Rinaldo se desgañitara nombrando objetos: no volvió a aparecer nada de nada, ni tan siquiera una patata hervida.

Gianni Rodari nació en Omenga, Italia, en 1920. Hijo de padres panaderos y huérfano de padre desde los nueve años, fue criado a partir de entonces por una tía y después educado en internados y seminarios. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, finalizó sus estudios de Magisterio y comenzó a trabajar como periodista en el diario Cinque Punte.
Sus primeros textos literarios aparecieron en publicaciones como L’Ordine Nuevo firmando con el pseudónimo Francesco Aricocci. Pasó por varias publicaciones hasta que finalmente se incorporó y dirigió la revista mensual Il Giornale del Genitori. Con su pseudónimo publicó una recopilación de leyendas populares, Leyendas de nuestra tierra, y dos cuentos de corte fantástico: El Beso y La señorita Bibiana.
Cuando trabajaba para el diario L’Unitá descubrió su vocación como escritor para los más pequeños. De aquella época (finales de los 40) nacieron las primeras narraciones cortas, humorísticas, coplas y retahílas ligadas a la poesía popular italiana y sus primeros libros para niños: El libro de las retahílas y Las aventuras de Cipollino.
En la década de los 50 pasó de un periódico a otro, y siguió escribiendo textos que gustaban tanto a grandes como a pequeños; e iniciados los años 60 comenzó a recorrer las escuelas italianas, donde, a través del contacto directo y la interacción con los niños mientras leía sus cuentos, observó las reacciones de su audiencia y tomó notas para tratar de averiguar la técnica correcta a la hora de crear buenas historias. Pronto se convirtió en uno de los mejores escritores para niños. Durante esos años recorrió las escuelas italianas para contar historias, pero también para escuchar a los niños. Esta actividad culminó en la reescritura y publicación de Gramática de la Fantasía. Introducción al arte de contar historias.
Los esfuerzos y la dedicación a la literatura infantil de Gianni Rodari tuvieron recompensa en 1970, cuando logró el Premio Hans Christian Andersen, el mayor galardón internacional para un escritor del género.
Sus libros, cargados de humor, imaginación y una fantasía desbordante, no escaparon a una crítica del mundo actual con un lenguaje muy pintoresco, espontáneo y en ocasiones comprometido. Falleció en Italia en 1980.
Revisado por: Alfredo Rodrigálvarez Rebollo